8.5.06

Ward Christensen, circa 1978, cuando dearrolló el primer BBS (Bulletin Board System)

Todo sucedió en 1984, meses más, días menos, en un tiempo que comenzaba a acelerarse, a perder historia y ganar velocidad, anonimato y globalidad, aparte de miniaturización en todos los sentidos. Tanto aquí como en el resto del planeta que se achicaba gracias a la multiplicada velocidad de los chips y los bytes, como también gracias a la automatización y otras yerbas, la capacidad de asimilar crecientes cantidades de gentes a los nuevos sistemas. Para recurrir por enésima vez a Borges, que en 1946 escribió que las fechas son para el olvido pero fijan a los hombres en el tiempo, la primera vez que una computadora instalada en Buenos Aires se comunicó con otra utilizando una línea telefónica y la casi magia de los módems (forma apocopada de modulador-desmodulador, hardware interno o externo que transforma a los impulsos telefónicos en bits y viceversa), más un software revolucionario llamado Bulletin Board System (BBS), fue el 15 de setiembre de 1984. Lugar del magno acontecimiento histórico: una casita típica del barrio de Liniers. Autor del hecho: Pedro I. Corral, un técnico electrónico con periódicos viajes a EE.UU. Máquina que hizo de host (base) al que el otro equipo tenía que llamar por teléfono 632-X070: Apple ITT 2020 con dos disqueteras para darle mayor capacidad de almacenaje. Nombre con que se bautizó al sistema puesto en marcha y que hizo punta: Century 21.

Por esos días, en esos mismos menesteres, andaban Manuel Movilevsky y Ricardo Antonuchi, con uno llamado Quick Info 801, pero no hay registro exacto y este dúo ya estaba tomando otros rumbos. A poco más de dos décadas, explicar cómo fue aquello, encima quizá una proeza que ni Internet hoy, con su magnificencia sería capaz, es más difícil que hacerlo con la fisiología de los gliptodontes.

Por lo pronto, hacía menos de diez años que un grupo de zaparrastrosos a los que llamaban rippers (destripadores) habían lanzado la primera computadora personal, entre ellos no se encontraba ni por asomo William Henry Gates III°, (a) Bill, porque era tarea para pioneros talentosos y fundantes, no para tesoreros ni cajeros, y alguien llamado Ward Christensen ya había desarrollado un protocolo de trasmisión de bytes de computadora a computadora que todavía aún perdura: el XModem. Nada del otro mundo, si se lo mira bien. Se trataba de una sencilla maravilla que convertía a la Divina Comedia, el diseño de una bomba atómica, la fórmula de la vacuna contra el coqueluche o un chiste verde en octetos, en paquetitos exactamente cuadrados aunque sean virtuales, para que ocupran todo el espacio y no quedara aire ni siquiera virtual para ganar al máximo toda la velocidad de trasmisión y cuyo head (cabezal) llevan un código para saber para qué lado agarrar cuando vienen las bifurcaciones de senderos virtuales o cualquier desvío porque no van en un trencito sino que tienen que seguir en orden al anterior como la pata con los patitos.

Una pavada, si se lo piensa bien y no se pierden las coordenadas tiempo y espacio, recordando que se está en 1975, plena guerra de Vietnam, las Tres A en su apogeo y que algunos todavía seguían hablando de la maravilla polifuncional de la Naranja Mecánica del seleccionado holandés comandado por Johan Cruyft. Estos ejemplares que se dedicaban a estos menesteres engorrosos, medios raritos, rostros pálidos y ojos enrorecidos, eran mocosos que lo sumo tenían 30 años, autodidactas, que querían romper en EE.UU. el monopolio militar, corporativo y universitario de los main frames (los grandes equipos de entonces, también conocidos en la jerga como lavarropas) y tener cada uno una computadora en su casa, accesible al bolsillo y para hacer lo que se les diera la gana. Lo que lograrían, sin proponérselo, fue una Revolución Cultural que trastornó al mundo entero: a la parte que las pudo poseer dándole el pase al paraíso, al resto enterrándolo para siempre.

Ward fue uno de los que lo logró, aunque hoy las últimas historias hilachientas ni lo recuerdan, sobre todo porque los acontecimientos se han despersonalizado de manera impía. A lo sumo, ahora todo es marcas o logotipos. Como todo lo genial es sorprendentemente sencillo, algo sobre lo que ya había llamado la atención Albert Camus, a Ward se le dio por observar en los campus de las universidades de su país la atracción y vigencia, amén de lo práctico y la potencia de comunicación que tenían los boards, cuya traducción literal es tablero o pizarra, colgados de las paredes para que los estudiantes pegaran papelitos a los que llaman bulletins, con leyendas del tipo Cambio perro de caza nariz partida por bibliografía de Física III en buen estado o Puedo llegar a compartir cuarto y cama una plaza con chica no muy prejuiciosa, y fue ahí cuando se le dio por columbrar que la diferencia entre uno de esos boards y la pantalla de un monitor era un problema nada más que de tamaño. Es más: con la potencia que estaba demostrando cada vez más la informática, en vez de tener que leerse los cientos, miles de anuncios en decenas de pizarras, con una simple opción IF (si) THEN (entonces), uno tecleaba caña de pescar, le daba ENTER y cada vez que encontrara el string (cadena) caña de pescar porque las computadoras nunca fueron ni serán inteligentes, por lo tanto no saben leer, iban a recuperar en pantalla todo TXT que estuviera asociado a lo pedido. Era una auspiciosa iniciación para tratarse sólo de un comienzo.

Manos a la obra. Con el invalorable apoyo de Randy Suess para empalmar a las tareas menores de las rutinas que encadenan todos los programas, empezaron a desarrollar uno para el microprocesador 8800, el mismo de la primera computadora personal, y en enero de 1978 festejaron el tercer cumpleaños de la PC con la puesta en línea (on line) del Ward CBBS, esto es, Ward Computarized Bulletin Board System, donde la traducción no es tan fácil como parece porque literalmente sería Sistema computarizado Ward de boletines para tableros o pizarras. Y el formato periodístico boletín, entre nosotros, casi ni se usa, como no sea escolarmente para ceros, unos y otros aplazos y notificaciones por mala conducta. El impacto fue tal que al poco tiempo le volaron la C y quedó Ward BBS con un aluvión de usuarios deslumbrados por la novedad, lo práctico y la utilidad. Todo era en modo TXT; ni soñar todavía con interfases gráficas. La sigla BBS no tardaría en universalizarse y ser más popular que el Geniol. Como adhesión, mientras tanto nosotros ganábamos el primer campeonato del mundo en fútbol comprándole un partido a Perú y el mundo se enteraba que todos los jueves unas Viejas Locas daban vueltas en la Plaza de Mayo como si se tratara de uno de los infiernos del Dante..

Resumamos antes de seguir: a tres años de haber sido creada, la computadora personal procesaba TXTs, los empaquetaba y comprimía para enviarlos remotamente junto con cualquier otro tipo de archivo, ya se tratara de programas de cualquier índole, gráficos, fotografías. Casi imposible dimensionar este salto cualitativo. No se podía pedir un medio de comunicación más potente, ligero y exacto. Y máxime como estamos hoy acostumbrados, más amigable en el manejo que abrir la canilla de la cocina para que salga agua.

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