8.5.06

NADA SE PIERDE, TODO SE TRANSFORMA


Tom Jennings, unos años después de haber generado la red Fido
La explosión que significó la aparición de la Altair 8800, la primera PC, soportó sobre el que Ward Christensen montó las primeras rutinas de su BBS, fue de tal magnitud que hoy las multinacionales, particularmente las del Sillicon Valley, tratan de olvidarla lo más rápido posible y si es posible, que no queden rastros. Con fondos no sospechosos, sino directamente proveniente de actividades non sanctas, como fueron los magros capitales iniciales para hacer la Apple, casi todos los rippers seguidos de cerca por el FBI, en el período 1975-78 crearon 278 marcas diferentes de PCs, igual cantidad de sistemas operativos, el procesador de TXTs, la hoja de cálculos (primer aporte a la cultura de la humanidad), los BBSs (segundo) y faltaba un año para que le hincaran el diente al hiperTXT (tercer aporte), jalones sin los cuales hoy Internet sería imposibl. La infraestructura de lo que es hoy Internet estaba echada. Faltaba amalgamar las partes y darle su propia dinámica.

Hicieron todo prácticamente con alambre y scoth mientras las grandes corporaciones estaban en estado de asamblea permanente, desorientadas, porque los costosos estudios de marketing no coincidían con el estado de paroxismo de la joven generación hacia las PCs de uso particular en incremento igual o superior al repudio de la guerra en Vietnam, el uso de anfetaminas y las fumatas de Mary Jane. Fue cuando la mormona IBM, Blanca Nieves o Big Blue en la jerga despectiva de los díscolos, decidió tomar el toro por las astas y lanzar el Operativo Capricornio, ultrasecreto, para copar el mundo con sus 154 filiales de entonces y cuando todavía no coimeaban gobiernos (que se supiera) para largar una PC standard, con un solo sistema operativo, y presentar en sociedad al matrimonio con Microsoft/Bill Gates, unión pasional que gracias a las ambiciones del hombre de Seattle duró exactamente dos años pero coparon hasta los quioscos de venta de cigarrillos. La mano de obra casi esclava, ultraespecializada del Lejano Oriente, les abarató los costos a niveles no competitivos para desarrollar a rolete todo el hard y el soft necesario. Pero la proverbial capacidad de esos pueblos en copiar a la perfección hasta los agujeros hizo que más temprano que tarde entraran a circular como pan caliente los dichosos clones, mucho más baratos todavía y de igual rendimiento: una industria fantasma o pirata fue el resultado por la angurria de hacerles rendir más plusvalía a los de ojos rasgados y capaces de trabajar 24 x 24 con apenas un tazón de arroz.

El que con chicos se acuesta...

Retomamos. 1984, meses más, días menos, y a Tom Jennings, de San Francisco, dada la verdadera pandemia de BBS, se le ocurre desarrollar uno que los una, que tenga protocolos comunes y les permita estar interconectados, sobre todo en el tema mensajería. Así nació FidoNet, El nombre no era ningún alarde de genialidad porque Fido es el equivalente de Pichicho o Batuque entre nosotros, el logo, ingeniosamente diseñado con caracteres ASCII, era un perrito que con gesto manso y fiel tenía en la boca un disquete de 5 ¼ como quien trae el diario. Los sysops caseros se tiraron como moscas sobre la miel y en poco tiempo, gratuitamente, solventado por sus propios bolsillos y hacían de nodos (estafetas postales, si se quiere, en la vieja jerga), el globo estuvo unido por la Fido. Testeando constantemente llegaron a que un mail piloto diera la vuelta al mundo en 48 horas a costo 0. A costo 0 gracias a que los papás de aquellas primera estafetas postales (nodos) virtuales se ponían con las facturas locales e internacionales para despachar los paquetes. Con el entusiasmo y empuje arrollador solamente de los jóvenes asociados a FidoNet (net, en inglés, por las dudas, es red) desarrollaron un soft empaquetador, compresor y clasificador de altísimo nivel, renovado y mejorado constantemente, para los volúmenes crecientes de millones de mails con los más insólitos destinos que partían de un punto a otro, en este último, automáticamente se clasificaban para acortar distancias y costos telefónicos hasta que cada uno llegaba al destinatario indicado.

Si la informática, salvo los aportes culturales inéditos, no hace más que emular a la velocidad de la luz todo acto humano, salvo pensar, sobre todo los rutinarios, la pléyade que se plegó tras Tom Jennings no fueron otra cosa que chasquis electrónicos. ¡Gloria y loor para todos ellos, sobre todo habida cuenta que jamás se les ocurrió pergeñar la tara jibarizadora de los emoticones ni profitar con su vocación de servir solidariamente al prójimo!

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