8.5.06

"LOS PINOS DEL MES DE ENERO..."


En un 75%, para no pecar de exagerado, esta explosión telemática argentina, aunque mejor sería decir porteña -telefónicamente el interior quedaba todavía más lejos que nunca y era más desolado que Groenlandia-, fue de chicos que cuando mucho rondaban los 20 años. Para colmo, pálido reflejo de la gran metrópoli global, con un futuro ya más que negro, jugaban a los hackers creyendo que iban a pinchar a la NASA, a la CIA o a los Bomberos de Bernal, mucho más seguro y a mano. Nunca pincharon a nadie, en realidad, y también anticipándose a la que se venía sin computadoras y con otros fierros, dedicaron buena parte del tiempo y la plata de los padres en destruirse entre sí. Como en patéticos y virtuales duelos criollos a distancia, de Lanús a Boulogne, en chat, se reputeaban, desafiaban, amenazaban, creyendo que iban a encontrar el nanosegundo para inocularle el archivito con el troyano o la bomba lógica que destruyera al otro, su par. Algunos lo conseguían, pero como los efectos eran a nivel lógico, la destrucción era sólo de trabajo y esfuerzos. Es decir, todo. Porque las máquinas se reparan; a lo sumo, se compran otras. Para colmo, cumpliendo y el vaticinio de que los incendiarios de hoy serán los bomberos del mañana, cuando les llegó la edad pusieron Empresas de Seguridad Informática, es decir, se hicieron botones, y al servicio de las multinacionales y cuando poderoso les pagara bien.

Hubo un caso muy emblemático en la Boca de un chico flacuchento que del mismo modo que en los ’50, por influencia familiar, vocación o una película mal digerida, se quería ser médico o cura, el en cambio añoraba ser CEO de una gran enterprise multinacional a toda costa, aunque sea con llegada hasta Barracas Sur, previo paso por el reconocimiento universal de genio de la computación, por lo que instaló un BBS de factura propia que desde cierto punto de vista fue el más ingenioso y curioso de todos. Intuitivo este chico, de que bueno ya venía vueno, desarolló de manera hinedita uno modelo kalecita, aunque no lo denominara así. Tenía más o menos medio millar de menús que siempre terminaban remitiendo al mismo punto y ofreciente servicios delivery, aunque aquel entonces todavía no lo hubiera y menos se llamaran así, bibliotecas, programotecas, archivos gráficos, ingresos a bases de datos de Chechenia y Shangai, una vuelta gratis por la isla Martín García, compras en supermercados con descuento y sin cargo el changuito en la puerta de casa. Lo entretenido era que el usuario se podía pasar horas al cuete tratando de hacer algo que no fuera regalarle dinero a ENTel. Pero nada conducía a ninguna parte. Todo llevaba a cualquier parte. A una nueva etiqueta; packaging en estado puro. En realidad, bien mirado, para encontrarle alguna virtud, el primer y único caso de sanata remota.

Un día, en medio de una conversación sobre seguridad informática con los especialistas de Delphi, entre risas salió la anécdota de un pelotaris, hirredento haspirante a hacker, que había conseguido meterse por un recoveco de un edificio viejo de la avenida de Mayo, filtrarse hasta la terraza y de ahi saltar a la de ellos, que daba a Rivadavia, donde estaban las cajas conectoras con el satélite y tratar de pincharles las líneas. Con unos pesos al portero vecino, que lo esperó escondido, encapuchado y armado de un pistolón a cartucho de dos tiros, cargado con granos de sal gruesa en vez de munición, lo sacaron como rata por tirante y no volvió más a intentar a ser un autodidacta del espionaje informático internacional. Pero insistía en el hacking desde la máquina de la casa, a la que le tenían no sólo detectado el teléfono, sino que además de vueno era tan hanalfavestia, tenía un kasteyano tan particular que ni hescriviéndolo mal a propocíto se lo podía himitar. Era hel, de cuerpo precente, que percistia hovstinadamente.

Un delincuente de punta y curioso: en vez de impresiones digitales, como las nueva camadas evisceradas que larga la escuela argentina, él dejaba faltas de hortografía que lo delataban mejor que la peor huella o el ADN.

Además, tratar de detectarlo personalmente en su domicilio era imposible porque la madre siempre informaba que se encontraba en un gira de conferencias sobre el tema. Zona de influencia del precoz genio: Tandil, Azul, Olavaria y alrededores, algo alejado del Sillicon Valley, lo que movía más a misterio.

Una pléyade bastante considerable de borregos lo seguía como a un gurú y cuando llegó la oleada de la WWW puso un server con el mismo nombre del BBS, repitió la metodología porque la compulsión de su megalomanía era mucho más fuerte que las faltas de hortografia y hasta tuvo una más que considerable cantidad de abonados, escándalos, puteadas, borrados y un séquito impetérrito, fiel, de comedores de vidrio que lo deben seguir hasta hoy día. También por este lado uno se explica por qué en la Argentina hay ciertos candidatos políticos que tienen una cantidad de votos inversamente proporcional a su capacidad y honestidad. Porque era tan marmota que llegaba a despertar sentimientos piadosos. Antes de la llegada masiva de Internet, tuvo la tupé de mandar un mailing abominablemente escrito donde anunciaba que a pesar de las tentadoras y múltipes ofertas para irse a Estados Unidos, él amaba tanto a la Argentina que se iba a quedar entre nosotros. Hay que ser franco y aceptar que hubo algunos que le contestamos y le rogamos no sólo que se fuera, sino que no volviera nunca...

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