25.8.10

PARA MATIZAR LA LECTURA

27.4.09

UN HOMENAJE A LOS PRECURSORES

23.10.08

Edición completa y ampliada.

8.5.06

Amílcar Romero
BUENOS AIRES On Line
Del primer BBS a la WWW
De 1984 a 1995 transcurrió una década decisiva en la incipiente cultura informática argentina. Desde una casita de Liniers un pionero como Pedro I. Corral estableció la primera comunicación de PC a PC instalando Century 21, el primer BBS. A partir de allí, entre corrupción, autodidactas, jovencitos caóticos, terrorismo electrónico de entrecasa y otros menesteres se generó un fenómeno que es revisado y analizado en sus pormenores.

Ward Christensen, circa 1978, cuando dearrolló el primer BBS (Bulletin Board System)

Todo sucedió en 1984, meses más, días menos, en un tiempo que comenzaba a acelerarse, a perder historia y ganar velocidad, anonimato y globalidad, aparte de miniaturización en todos los sentidos. Tanto aquí como en el resto del planeta que se achicaba gracias a la multiplicada velocidad de los chips y los bytes, como también gracias a la automatización y otras yerbas, la capacidad de asimilar crecientes cantidades de gentes a los nuevos sistemas. Para recurrir por enésima vez a Borges, que en 1946 escribió que las fechas son para el olvido pero fijan a los hombres en el tiempo, la primera vez que una computadora instalada en Buenos Aires se comunicó con otra utilizando una línea telefónica y la casi magia de los módems (forma apocopada de modulador-desmodulador, hardware interno o externo que transforma a los impulsos telefónicos en bits y viceversa), más un software revolucionario llamado Bulletin Board System (BBS), fue el 15 de setiembre de 1984. Lugar del magno acontecimiento histórico: una casita típica del barrio de Liniers. Autor del hecho: Pedro I. Corral, un técnico electrónico con periódicos viajes a EE.UU. Máquina que hizo de host (base) al que el otro equipo tenía que llamar por teléfono 632-X070: Apple ITT 2020 con dos disqueteras para darle mayor capacidad de almacenaje. Nombre con que se bautizó al sistema puesto en marcha y que hizo punta: Century 21.

Por esos días, en esos mismos menesteres, andaban Manuel Movilevsky y Ricardo Antonuchi, con uno llamado Quick Info 801, pero no hay registro exacto y este dúo ya estaba tomando otros rumbos. A poco más de dos décadas, explicar cómo fue aquello, encima quizá una proeza que ni Internet hoy, con su magnificencia sería capaz, es más difícil que hacerlo con la fisiología de los gliptodontes.

Por lo pronto, hacía menos de diez años que un grupo de zaparrastrosos a los que llamaban rippers (destripadores) habían lanzado la primera computadora personal, entre ellos no se encontraba ni por asomo William Henry Gates III°, (a) Bill, porque era tarea para pioneros talentosos y fundantes, no para tesoreros ni cajeros, y alguien llamado Ward Christensen ya había desarrollado un protocolo de trasmisión de bytes de computadora a computadora que todavía aún perdura: el XModem. Nada del otro mundo, si se lo mira bien. Se trataba de una sencilla maravilla que convertía a la Divina Comedia, el diseño de una bomba atómica, la fórmula de la vacuna contra el coqueluche o un chiste verde en octetos, en paquetitos exactamente cuadrados aunque sean virtuales, para que ocupran todo el espacio y no quedara aire ni siquiera virtual para ganar al máximo toda la velocidad de trasmisión y cuyo head (cabezal) llevan un código para saber para qué lado agarrar cuando vienen las bifurcaciones de senderos virtuales o cualquier desvío porque no van en un trencito sino que tienen que seguir en orden al anterior como la pata con los patitos.

Una pavada, si se lo piensa bien y no se pierden las coordenadas tiempo y espacio, recordando que se está en 1975, plena guerra de Vietnam, las Tres A en su apogeo y que algunos todavía seguían hablando de la maravilla polifuncional de la Naranja Mecánica del seleccionado holandés comandado por Johan Cruyft. Estos ejemplares que se dedicaban a estos menesteres engorrosos, medios raritos, rostros pálidos y ojos enrorecidos, eran mocosos que lo sumo tenían 30 años, autodidactas, que querían romper en EE.UU. el monopolio militar, corporativo y universitario de los main frames (los grandes equipos de entonces, también conocidos en la jerga como lavarropas) y tener cada uno una computadora en su casa, accesible al bolsillo y para hacer lo que se les diera la gana. Lo que lograrían, sin proponérselo, fue una Revolución Cultural que trastornó al mundo entero: a la parte que las pudo poseer dándole el pase al paraíso, al resto enterrándolo para siempre.

Ward fue uno de los que lo logró, aunque hoy las últimas historias hilachientas ni lo recuerdan, sobre todo porque los acontecimientos se han despersonalizado de manera impía. A lo sumo, ahora todo es marcas o logotipos. Como todo lo genial es sorprendentemente sencillo, algo sobre lo que ya había llamado la atención Albert Camus, a Ward se le dio por observar en los campus de las universidades de su país la atracción y vigencia, amén de lo práctico y la potencia de comunicación que tenían los boards, cuya traducción literal es tablero o pizarra, colgados de las paredes para que los estudiantes pegaran papelitos a los que llaman bulletins, con leyendas del tipo Cambio perro de caza nariz partida por bibliografía de Física III en buen estado o Puedo llegar a compartir cuarto y cama una plaza con chica no muy prejuiciosa, y fue ahí cuando se le dio por columbrar que la diferencia entre uno de esos boards y la pantalla de un monitor era un problema nada más que de tamaño. Es más: con la potencia que estaba demostrando cada vez más la informática, en vez de tener que leerse los cientos, miles de anuncios en decenas de pizarras, con una simple opción IF (si) THEN (entonces), uno tecleaba caña de pescar, le daba ENTER y cada vez que encontrara el string (cadena) caña de pescar porque las computadoras nunca fueron ni serán inteligentes, por lo tanto no saben leer, iban a recuperar en pantalla todo TXT que estuviera asociado a lo pedido. Era una auspiciosa iniciación para tratarse sólo de un comienzo.

Manos a la obra. Con el invalorable apoyo de Randy Suess para empalmar a las tareas menores de las rutinas que encadenan todos los programas, empezaron a desarrollar uno para el microprocesador 8800, el mismo de la primera computadora personal, y en enero de 1978 festejaron el tercer cumpleaños de la PC con la puesta en línea (on line) del Ward CBBS, esto es, Ward Computarized Bulletin Board System, donde la traducción no es tan fácil como parece porque literalmente sería Sistema computarizado Ward de boletines para tableros o pizarras. Y el formato periodístico boletín, entre nosotros, casi ni se usa, como no sea escolarmente para ceros, unos y otros aplazos y notificaciones por mala conducta. El impacto fue tal que al poco tiempo le volaron la C y quedó Ward BBS con un aluvión de usuarios deslumbrados por la novedad, lo práctico y la utilidad. Todo era en modo TXT; ni soñar todavía con interfases gráficas. La sigla BBS no tardaría en universalizarse y ser más popular que el Geniol. Como adhesión, mientras tanto nosotros ganábamos el primer campeonato del mundo en fútbol comprándole un partido a Perú y el mundo se enteraba que todos los jueves unas Viejas Locas daban vueltas en la Plaza de Mayo como si se tratara de uno de los infiernos del Dante..

Resumamos antes de seguir: a tres años de haber sido creada, la computadora personal procesaba TXTs, los empaquetaba y comprimía para enviarlos remotamente junto con cualquier otro tipo de archivo, ya se tratara de programas de cualquier índole, gráficos, fotografías. Casi imposible dimensionar este salto cualitativo. No se podía pedir un medio de comunicación más potente, ligero y exacto. Y máxime como estamos hoy acostumbrados, más amigable en el manejo que abrir la canilla de la cocina para que salga agua.

SE VIENE, SE VIENE, SE VIENE


A todo esto, entusiasmado con su chiche, Ward Christensen no tenía la menor idea que acababa de pergeñar el segundo aporte a la historia de la humanidad desde la informática que de manera incipiente se estaba empezando a masificar. Cumpliendo nada más que con la aptitud de volver rutinario todo lo excepcional, haberla convertido de herramienta en el más poderoso y veloz medio de comunicación le debe haber parecido cosas de chicos. Pero era revolucionario desde donde se lo mirara. Y salta a la vista que nunca le fue un misterio que la versatilidad del sistema daba para mucho más. Así que primero que nada, no contento con lo hecho, le añadió otra aparente estupidez: poner un menú de entrada para clasificar los boletines temáticamente. Casi para opas. Y el otro paso tendría que haber sido celebrado con pitos y cadenas: permitir que cada usuario se identificara y le pusiera un boletín, perdón, un mensaje directo a otro si le conocía el nombre que usaba en el sistema. El tercero pasó desapercibido y ahí sí que pondría patas para arriba lo que quedaba del siglo y del que venía: como empezaron las chanchadas, citas falsas, groserías, insultos y otras yerbas, al nombre de usuario hubo que agregarle una clave que conocería sólo el destinatario. Para enviar y para recibir.

Sí, es el e-mail.

Así de sencillo.

Que ya en su estructura original, medio en borrador, andaba dando vuelta en los grandes equipos del Pentágono, la Casa Blanca, Yale, Blanca Nieves y los Siete Enanitos, como le decían a IBM y a las otras grandes corporaciones como la Texas Instrument desde hacía una década, pero que ahora cobraba cuerpo y que no tardaría en desarrollar un potencial formidable. Por aquellos días, es cierto, era un e-mail para usar en una sola máquina y tener que hacer colas interminables, pero democratizado para los que no tenían cientos de miles de dólares ni eran militares, académicos, gobernantes o yupies.

Aunque Internet ya existía desde 1969 como cobertura de la Casa Blanca ante el asqueroso Cuco Rojo que quería enseñorearse y sojuzgar al mundo y rociar con ojivas nucleares a los débiles e indefensos EE.UU., la irrupción del módem en 1979 para utilizar la red telefónica rompería todos los moldes y comenzaba la frenética carrera para achicar distancias hasta casi borrarla. Estallaba la telemática (trasmisión de datos a distancia) en todo su esplendor. Dos máquinas a cualquier distancia, conectadas a un teléfono, haciendo correr una soft de BBS y con una que hacía de pasiva o base y la otra corría un programa de telecomunicaciones hasta establecer la comunicación del carrier (señal electrónica), permitieron desde un primer momento lo que ahora desvive a los mocosos, desfonda a los padres y llena las faltriqueras de las multis: el chat. Los primeros programas de BBS tenían una opción que generalmente era oprimir la tecla S (sysop, apócope de system operator, operador del sistema), una chicharra electrónica infernal sonaba donde estaba el host, el operador abría la línea y comenzaba el diálogo en TXT, de a uno por vez para no toparse y que los sistemas no se tildaran, tomando la precaución de poner la doble barra (//) para avisar que le daba paso al otro y así hasta terminar, unas tres horas después, generalmente cuando un padre somnoliento, enfurecido, iba y directamente desenchufaba uno de los equipos. Todo así de modoso, romántico y conservando las normas hasta que aparecieron los primates de los hackers y su delirio enanoide, inflado desde los grandes medios masivos de comunicación, como todo eso de que cualquier chichipío podía desatar la tercer guerra mundial, robar secretos atómicos y vaciar todas las catacumbas suizas con nada más que su inmensa inteligencia y un equipito de morondanga.

Volvamos a lo serio y sencillo. El otro colmo fue cuando Ward adaptó el XModem para la transferencia de archivos y además de leer o poner mensajes fue posible entrar a mandar paquetes de cualquier cosa. La cereza del postre estuvo a cargo del neoyorquino Paul Katz con el PKZip, nombre con sus iniciales y como sufijo el acrónimo de Zoning Improvement Plan, la abreviatura estadounidense de los códigos postales, un programa compactador de cualquier cosa, que llegaba a eliminar los blancos entre bytes, sobre todo en TXTs, a punto tal de dejarlos a un 23% del tamaño original, ganando en velocidad y ahorrando plata en pulsos telefónicos.

Ah, se nos había quedado en la RAM (porque ya no se puede decir más tintero) que tanto el Ward BBS como el Century 21 trasmitían a 300 bps, esto es, baudios por segundo. En la actualidad, los retrasados que siguen con el WinModem o cualquier otro genérico por el estilo enganchados al teléfono, lo hacen a 56.000 bps, es decir, 186 veces más rápido. Y los de banda ancha de 256 Kb., arriba de 853 veces más veloces.

La informática es en buena parte responsable que la prehistoria sea ayer y que por ese motivo haya desaparecido el jamón del sánguche, como es la noción de historia y nos las personas concretas de carne y hueso.

A LA ARGENTINA, CHE, A LA ARGENTINA

Tapa del Popular Electronics de enero de 1975. Ahí está toda la Altair 8800.
Era un kit que costaba menos de 400 dólares y había que armarlo en casa.
No tenía más nada. Y fue el puntapié inicial de una verdadera Revolución Cultural.
Su editor era Leslie Solomon, El Tío Sol.

Los planes y objetivos del trío precursor no coincidieron de movida. Eso no significó enemistades personales sino objetivos dispares. Por el contrario: en la pantalla de Quick Info, que fue pago de movida, aquellas primeros usuarios se enteraron del la puesta en línea del gratuito Century 21, el que antes de terminar setiembre del 1984 ya acumulaba 150 llamadores, sobre todo nocturnos, como se hizo costumbre, porque estaba ENTel y cada vez que se lograba enganchar el carrier se cantaba con unción el himno y si no se cortaba la comunicación durante la conexión, Aurora, de pie y con bandera de fiesta.

Movilevsky y Antonuchi siguieron en la brecha, pero en otro rubro y dimensión. En los altos de un local de Rivadavia al 800, frente a Radio Continental, alquilaron dos pisos, personal técnico ultraespecializado, e instalaron Delphi, el primer banco de datos con acceso remoto y todas las letras, no equivocadamente banco de datos como se les decía con ligereza también a los BBSs. Tenía un abono mensual que costaba unos 250 dólares y permitía la reconexión con casi 300 bancos de datos de los más pesados de EE. UU., para lo cual, a la llamada local había que cargarle el enganche con una central norteamericana y a partir de ahí los pulsos a costo dólar que tardara la consulta. Era aconsejable que fuera rápida. Cosas de la rotación enloquecida de capitales que empezó a girar y cambiar como de muda de ropa, Delphi terminó siendo, antes de desaparecer cuando la WWW arrasara con todo, propiedad de una marca de hamburguesas que tenía la casa central muy cerca, sobre la avenida de Mayo.

Corral, don José Century, como empezaron a llamarlo, se quedó en Liniers, en un cuartito de la segunda planta. Los tres pioneros eran hombres maduros, pero los curiosos para entrar y ver qué era eso, de a uno por vez porque era una sola línea, nada de multiusuarios que a su vez se comunicaban entre sí, como lo permitía el oneroso y comercial Delphi, se entraron a multiplicar y eran todos borreguitos de entre 14 y 18 años promedio que husmeaban y no iban a tardar en intentar la suya, generando una fauna tan particular como folklórica. Tener un BBS propio en los 80 empezó a ser como tener una revista literaria en los 60, un sitio en la red por los 90 y una bitácora (blog) en la actualidad.

Otro dato a tener en cuenta hoy, en pleno consumismo, es que los módems, aparte de ser bastante batatas y a una velocidad como correr con una pata enyesada, más con el aporte del estado calamitoso de las líneas de ENTel, valían en el Gran País del Norte, donde los fabricaban a pasto, 70 dólares. En la Reina del Plata, como parece que los traían caminando para que no se estropearan, 250 de la misma moneda, cash y en dólar billete. Así y todo, las partidas se agotaban, tal era la avidez por acceder a ese mundo que ya se lo sospechaba tan vertiginoso como cambiante aunque una vez con todo armado y andando no se supiera bien qué corno hacer y para qué mongo servía, empezando por contar con la suerte de que la línea telefónica todavía sirviera para algo.

Corral se consiguió en EE.UU. un soft para poner en línea y que permitía jugarle a la máquina al póquer, al tragaperras y otras variantes, una pavada que persiste en Internet, pero con tarjetas de créditos, lamentos, ojos húmedos y bolsillos secos. Como para permitir la mayor cantidad de accesos se limitaba automáticamente las visitas a generalmente 30 minutos y la timba, si no es estatal, así sea electrónica o manejada desde una comisaría, no se permitía, los felices ganadores acumulaban minutos de uso, ENTel aumentaba las facturas porque no existía el 0610 para Internet conseguido después de grandes luchas de los usuarios, y también las quejas, rezongos, amenazas de expulsión del paraíso familiar por parte de los que pagaban, esto es, los padres. Un grupo familiar con dos hijas mujeres en edad de merecer y un tarambana infoadicto a la telemática podía significar el quiebre seguro de cualquier economía media.

NADA SE PIERDE, TODO SE TRANSFORMA


Tom Jennings, unos años después de haber generado la red Fido
La explosión que significó la aparición de la Altair 8800, la primera PC, soportó sobre el que Ward Christensen montó las primeras rutinas de su BBS, fue de tal magnitud que hoy las multinacionales, particularmente las del Sillicon Valley, tratan de olvidarla lo más rápido posible y si es posible, que no queden rastros. Con fondos no sospechosos, sino directamente proveniente de actividades non sanctas, como fueron los magros capitales iniciales para hacer la Apple, casi todos los rippers seguidos de cerca por el FBI, en el período 1975-78 crearon 278 marcas diferentes de PCs, igual cantidad de sistemas operativos, el procesador de TXTs, la hoja de cálculos (primer aporte a la cultura de la humanidad), los BBSs (segundo) y faltaba un año para que le hincaran el diente al hiperTXT (tercer aporte), jalones sin los cuales hoy Internet sería imposibl. La infraestructura de lo que es hoy Internet estaba echada. Faltaba amalgamar las partes y darle su propia dinámica.

Hicieron todo prácticamente con alambre y scoth mientras las grandes corporaciones estaban en estado de asamblea permanente, desorientadas, porque los costosos estudios de marketing no coincidían con el estado de paroxismo de la joven generación hacia las PCs de uso particular en incremento igual o superior al repudio de la guerra en Vietnam, el uso de anfetaminas y las fumatas de Mary Jane. Fue cuando la mormona IBM, Blanca Nieves o Big Blue en la jerga despectiva de los díscolos, decidió tomar el toro por las astas y lanzar el Operativo Capricornio, ultrasecreto, para copar el mundo con sus 154 filiales de entonces y cuando todavía no coimeaban gobiernos (que se supiera) para largar una PC standard, con un solo sistema operativo, y presentar en sociedad al matrimonio con Microsoft/Bill Gates, unión pasional que gracias a las ambiciones del hombre de Seattle duró exactamente dos años pero coparon hasta los quioscos de venta de cigarrillos. La mano de obra casi esclava, ultraespecializada del Lejano Oriente, les abarató los costos a niveles no competitivos para desarrollar a rolete todo el hard y el soft necesario. Pero la proverbial capacidad de esos pueblos en copiar a la perfección hasta los agujeros hizo que más temprano que tarde entraran a circular como pan caliente los dichosos clones, mucho más baratos todavía y de igual rendimiento: una industria fantasma o pirata fue el resultado por la angurria de hacerles rendir más plusvalía a los de ojos rasgados y capaces de trabajar 24 x 24 con apenas un tazón de arroz.

El que con chicos se acuesta...

Retomamos. 1984, meses más, días menos, y a Tom Jennings, de San Francisco, dada la verdadera pandemia de BBS, se le ocurre desarrollar uno que los una, que tenga protocolos comunes y les permita estar interconectados, sobre todo en el tema mensajería. Así nació FidoNet, El nombre no era ningún alarde de genialidad porque Fido es el equivalente de Pichicho o Batuque entre nosotros, el logo, ingeniosamente diseñado con caracteres ASCII, era un perrito que con gesto manso y fiel tenía en la boca un disquete de 5 ¼ como quien trae el diario. Los sysops caseros se tiraron como moscas sobre la miel y en poco tiempo, gratuitamente, solventado por sus propios bolsillos y hacían de nodos (estafetas postales, si se quiere, en la vieja jerga), el globo estuvo unido por la Fido. Testeando constantemente llegaron a que un mail piloto diera la vuelta al mundo en 48 horas a costo 0. A costo 0 gracias a que los papás de aquellas primera estafetas postales (nodos) virtuales se ponían con las facturas locales e internacionales para despachar los paquetes. Con el entusiasmo y empuje arrollador solamente de los jóvenes asociados a FidoNet (net, en inglés, por las dudas, es red) desarrollaron un soft empaquetador, compresor y clasificador de altísimo nivel, renovado y mejorado constantemente, para los volúmenes crecientes de millones de mails con los más insólitos destinos que partían de un punto a otro, en este último, automáticamente se clasificaban para acortar distancias y costos telefónicos hasta que cada uno llegaba al destinatario indicado.

Si la informática, salvo los aportes culturales inéditos, no hace más que emular a la velocidad de la luz todo acto humano, salvo pensar, sobre todo los rutinarios, la pléyade que se plegó tras Tom Jennings no fueron otra cosa que chasquis electrónicos. ¡Gloria y loor para todos ellos, sobre todo habida cuenta que jamás se les ocurrió pergeñar la tara jibarizadora de los emoticones ni profitar con su vocación de servir solidariamente al prójimo!

CON TELEFONOS OCUPADOS, PINCHADOS Y CAIDOS


A Pedro Corral, un hombre ya maduro cuando Century 21 recibió el primer llamado, una década después la implantación arrasadora de la WWW, casualmente de la mano de los mil millones de dpolares invertidos en publicidad para lanzar al unísono Windows 95 y el nuevo microprocesador de la Intel, lo pescó en el mismo cuartito del primer piso de la casita de Liniers, remozado el parque de la ferretería (hard), ahora discos duros cada vez de mayor capacidad de almacenaje y nuevo soft, pero no se apartó de la huella. Cobraba unos pocos pesos a los abonados y nada más. Pero fundamentalmente, a la par, en la Cabeza de Goliat y el GBA ya funcionaban caóticamente, peleándose, haciendo más de lo mismo, todos corriendo atrás de la pelota como partido de potrero, casi todos sólo de noche, más de tres mil BBBs.

Salvo excepciones, no eran hombres maduros, sino mocosos todavía con acné, arrasadoramente autodidactas formados en el circuito under de los crackers y hackers de entrecasa, que cuando mucho habían alcanzado la juventud. Demostrando que por algo eran argentinos: estaban fracturados en patotas, grupúsculos, alabándose los amigos de los amigos, ofrecían listados que aseguraban que eran actualizados y completos, pero donde sólo figuraban los compinches. A nivel virtual nada diferente del mapa político social previo al período de la organización nacional, si es que ésta existió alguna vez más allá de los buenos deseos y los discursos pomposos.

Como fenómeno global, ofrecieron algunas variables comunes que vale la pena tomar en cuenta. Muy pocos, contados con los dedos de la mano, funcionaban las 24 horas de los 7 días de la semana y eran multiusuarios. En estos casos, eran casi todos con soft comercial, pagada la licencia correspondiente, no impagas versiones shareware, y no todos muy accesibles a los bolsillos jóvenes. Pero no dejaban de ser bolichitos; algo así como polirrubros de la telemática. En cuanto al resto, borregada siempre autodidacta en su mayoría, también no pocos estudiantes de analistas e ingenieros de sistemas, eran una masa informe que aprovechaba la capacidad pasiva de los teléfonos domésticos, generalmente de noche y fines de semana, en una mazamorra típica de más de lo mismo y donde la inserción de clase los ubicaba en la clase media y media baja con sólo saber con qué equipo portaban y la capacidad de disco para almacenar programas para el intercambio, junto con el chat con el sysop y la mensajería, opciones siempre con el mayor raiting. Salvo rarísimas excepciones, no hubo especializaciones, aperturas culturales, una proyección de ese potentísimo medio comunicación hacia fuera, hacia el mundo, sino un regocijarse con el ombligo, tete a tete para la gente como uno. Igual que en otros terrenos, gran habilidad individual para manejar la pelota, hacer jueguito, gambetear en una baldosa y una total incapacidad para hacer un equipo, jugar en toda la cancha y aunque sea militar en Primera D.

NO SE EQUIVOCO LA PALOMA, NO SE EQUIVOCABA...


En una corrupción bullente, pletórica por la recuperación de la institucionalidad constitucional, las crecientes rebañadas en el platito del novísimo rubro de la microelectrónica se agregó alegremente a la ola vanguardista e hizo su agosto también en 1984, meses más, horas menos. Con la Aduana bajo la batuta de Juan Carlos Delconte, que supo pasar su buen tiempo disciplinadamente gozando de las comodidades de Villa Devoto, los martes y sábados arribaba un vuelo de PanAm directo de Miami, rebosante de comprabando, como se le decía entonces a la operación que era fifty fifty compra con contrabando con envolturas legales, un antagonismo perfectamente posible en un país como la Argentina. Los pasajeros eran, en su mayoría, comisarios de a bordo y otros funcionarios de Aerolíneas Argentinas.a los que se los llamaba los palomos y nunca se supo si era por la bondad y humanitarismo del servicio o porque cagaban a todo el mundo. En grandes bolsos de cuero traían fundamentalmente Commodore 128, un modelo justo a mitad de camino tecnológico entre las home computers y las PC que tenía mucha demanda y se convirtió en un hit, como sus disqueteras, impresoras y monitores exclusivos. Obviamente, como los aranceles aduaneros son para los otarios y ellos traían el futuro para las nuevas generaciones on the pampas, pasaban como alambre caído y se mandaban a sus domicilios particulares, donde repartían los pedidos previamente hechos y señados como corresponde con un 30%.

No fue un negocio redondo. El concepto común de redondo devenía cuadrado. Porque había argentinos aquí y acullá. Por tratarse de productos electrónicos bastante delicados que figuraban haciendo punta de todo, así como para bombardear otros países no tienen la misma delicadeza, la red de comercialización norteamericana tenía la sana costumbre que los aparatos que rebotaban en garantía o iban a parar a taller por cualquier arreglo se les quitaba el sticker correspondiente que daba garantías que jamás había sido abierto y lo reemplazaban por uno, muy botón, fondo negro, letras doradas, que clamaba en gruesas mayúsculas:

REPAIRED


Listo. Escrachado for ever: second hand sin vuelta hojas. La habían violado y vaya a saberse para hacerle qué. No importaba. Había perdido la virginidad y listo. A la sala de los desarmaderos antes del paso final de los tachos de basura. Pero nuestros emprendedores compatriotas afincados en la península de Florida, capital mundial del Delito Organizado, compraban por chirolas a las REPAIRED, como en el fútbol siempre ases en la improvisación, el curro, colarse por las fisuras, ver el negocio muy groso de vuelo corto, pero muy groso, y entonces las compraban por chaucha y palitos y las lustraban con un líquido especial que dejaba el plástico de alto impacto como recién salido de fábrica. Eso sí, r
eemplazaban el sticker alcagüetón por uno más o menos parecido al de la virginidad original, mirá vos si los chitrulos iban a ir a EE.UU. a averiguar eso. Los soponcios venían cuando a la máquina le pasaba algo, se la abría y se empezaba a encontrar la cantidad de chips reemplazados y otras lindezas. Ya no importaba. Palomo que comía, volaba. A quejarse al Muro de los Lamentos. Si se iba en busca de alguno palomo para retorcerles el cogote en una sana justicia por propia mano, como todos estaban en el bote del mismo delito y como unos angelitos juraban por todos los santos del cielo haber sido ellos también cogidos en su buena fe. Los 700 dólares ya se habían evaporado. Era un negocio que dejaba no menos del 400% de ganancia.

Eso sí, a repartir, entre varios. Autoridades distraídas, incluso, como es lógico, que cobraban al bulto. Perdón: por bulto: No importaba si computadoras, disqueteras o monitores.
Nunca se va a poder saber el parque computacional de aquel entonces que ingresó en el país gracias a las que llegaron como un mail en el anillito especial de los palomos de AA., pasajeros de PanAm para disimular. Y otro tanto ocurriría en mayor escala, pero ya con containers enteros en el puerto, rebosantes de motherboards y tarjetas de todo tipo, cuando llegara la era de las primeras PCs y los armaderos locales de clones. Es inconcebible cómo todavía algunos pueden dudar que somos un país de vivos. Como ya lo había vaticinado El General una década antes, en otra de sus frases para el bronce, en la Argentina se habían acabado para siempre los estúpidos. Lo que no tuvo tiempo de aclarar es con qué se los había reemplazado.

PROGRAMAS A ROLETE


En un comienzo el Collie fue el soft que por dúctil, amistoso y fácil de manejar hasta para neófitos se ganó las simpatías de la masa de pioneros adolescentes de la telemática porteña de los ‘80. Pero la irrupción del RemoteAccess prácticamente barrió con todos los demás, salvo el PcBoard y el Wild Cat, dos pesos pesados sólo aptos para lo que sabían mucho del asunto. El impacto del RA hizo que comenzaran desarrollarse en Buenos Aires subprogramas que eran gatillados por el usuario en línea, pantallas gráficas ANSI en colores que empezaron a preanunciar la inminencia de la WWW: fueron las dichosas doors (puertas) que incluso en Argentina tuvieron aciertos como permitir on line votaciones, encuestas, entretenimientos de lo más variados y otros, con lujos como los dichosos stops words (literalmente paradores de palabras, censores), cosa de evitar insultos, pornografía, apología de la droga, terrorismo de cualquier tipo y otras chanchadas.

Entre las aplicaciones que se desarrollaron abundaban las choluleadas y otras cosas que no vienen al caso, pero aparecieron variantes con unas posibilidades creativas insospechadas, como una que se adelantó bastante a las actuales bitácoras (blogs) en boga, ya que el sysop daba la patada inicial con un título tentativo y unas líneas como primer capítulo y era posible la creación colectiva, insospechada, apta para todos los géneros como ficción, ensayos, papers y otras variantes literarias.

Pero los émulos de Cervantes y Sartre no abundaron entre la verdadera secta de los cuasi anónimos porque una de las gracias consistía en anotarse con nombre de usuario y trampear al máximo los datos personales de nombres verdaderos, teléfonos, domicilios, etc. Los centros de atención fueron acumular programas shareware porque sí, el desarrollo de virus y bombas lógicas, los ataques entre sí. Esto es, otra vez repitiendo variantes culturales existentes, el surgimiento del patoterismo virtual.

En EE. UU. y buena parte de Europa no fueron furor diletante, sino un fenómeno cultural de gran magnitud. Individuos, instituciones civiles, colegios, clubes, agrupaciones de cualquier tipo, que incluyó a todas las variantes habidas y por haber de perversiones sexuales y profesiones, crearon una red comunicacional que cuando apareció Internet en todo su esplendor tenían ya un largo entrenamiento. Entre nosotros, dejando de lado los específicamente técnicos, el BBS que fue bautizado El Tío Sol en homenaje a Leslie Solomon, el periodista que el alma mater de la primera PC, y que desde mediados de 1991 hasta el último día del 2001 trató de resistir como gato entre la leña, fue una mosca en la leche. Con una peculiaridad: teóricamente era el medio on line de una escuela de periodismo famosa por el autobombo y lo progre. En este caso, no tan difundido ni gozando del mismo raiting ni popularidad, porque jamás en los diez años institucionalmente la cúpula responsable puso un solo byte de TXT, menos que menos ingresar y usarlo. Se limitó a pagar las cuentas de teléfono y los derechos de los únicos programas legales, porque todos los demás, incluso soft pesado de radio y tevé en los respectivos departamentos de enseñanza, siguen siendo truchos, y al ideólogo y editor del BBS, alabado por de vez en cuando alguna que otra nota técnica en diarios y revistas tanto masivas como especializadas, lo echaron como personal administrativo, basándose en el convenio laboral pergeñado por el soplapitos menemista Guillermo Marconi, también gremialista del personal no docente de institutos de enseñanza privada. El volumen cultural e informativo que se podría haber distribuido gratuitamente, hacer conocer a los alumnos, entrenarlo en ya se había llegado una parte de la Tercera Ola para quedarse y demás, es un despilfarro que solamente la insolencia progre, mientras le dé ganancias, se puede dar. Ni en la folletería publicitaria, a la que le daban más importancia que el periodismo propiamente dicho, figuraba como la única institución en la materia que marcaba la punta en periodismo electrónico y que tenían un archivo digitalizado sobre el MicroIsis de la UNESCO, con búsqueda en TXT libre, una alternativa que por entonces estaba reservada a los poderosos y cuya versión sintetizada puso también El Tío Sol en línea para algún despistado que pasara por la puerta, viera la luz prendida y entrara porque si ni los supuestos docentes estaban avisados, menos sabían manejarlo, mal que mal podía difundirlo para que disfrutaran de semejante lujos los alumnos, que encima podían aprender, pasarlos por arriba y desplazarlos en un territorio donde el darwinismo es la única ética reinante. Para la imensa grey de tábulas rasas, con una (de)formación cada año más deplorable, estaba reservado sólo el riguroso pago al día de la respectiva cuota; lo demás, mierda al pozo.

No es de extrañar: sus dueños, siempre escondidos tras sólidos testaferros porque no faltaban dirigentes del gremio de prensa, al mejor estilo peronista, luego de casi una década de tener a todo el personal en negro, montaron un microcine y sala de conferencias, una ratonera diez veces más peligrosa que la cercana República Cromañón, pero como siempre son amigos de la patota gobernante de turno, vista gorda. Orovenían todos de El Gráfico y de haber colaborado gentilmente con el Mundial 78, una culpa que quisieron lavar de movida poniéndole a cada aula el nombre de un periodista desaparecido. El multirubro cultural, intectos fallidos de convertirse en editoras y otras aspiraciones trepadoras, más la angurria de enriquecerse y rigurar a toda costa, fue el vector y lo sigue siendo.

Retrógrados y reaccionarios, no saben ni enchufar una computadora pero inconscientemente intuyeron el peligro que quien supiera manejar esos artefactos iba a tener el poder real y podía terminar desplazándolos o disputándoles la gallina de los huevos de oro. Una cuota mensual de 200 dólares de entonces, algo de info, culturita light y supuestos talleres para encubrir la falta total de metodología y rigor pedagógico es lo que está de moda. So pretexto de pasantías abastecen de mano de obra esclava al multimedios Clarín y a TyC, colaborando gentilmente con la desocupación y se ufanan del impacto en su publicidad que se trata de una tecnicatura con salida laboral. Las máquinas afectadas a la parte administrativa pululaban de virus de los más peligrosos: la flor y nata del periodismo prestigioso con rango docente las usaba para jugar al PacMan, al Streap Poker y otros exigencias de las circunvoluciones cerebrales, menos el ajedrez que no es para gente culta que habla de derechos humanos y le puso el nombre de desaparecidos a cada aula.

Dios los cría y el viento los amontona. Es el día de hoy que el fuero laboral del retrógrado y pingüe negocio que es la administración de justicia es nuestro país no reconoce al profesional que usa un procesador de TXTs en los llamados portales porque la computadora no es un medio de comunicación (sic). No es para espantarse. En pleno apogeo del menemismo, el socialista (¡socialista!) Carlos Fayt echó de los tribunales a las cámaras porque la tevé tampoco lo era, escribió un mamotreto que publicó la tradicial Editorial Di Palma para tratar de demostrarlo y cuando se le vino el techo abajo con el kitchnerismo transversalista, todo olvidado en un país donde todo se olvida, se encontró de pronto con la presidencia del cuerpo por un tiempito y andavo todos los días a partir de un chupete con los movileros de cuanto canal se le acerca. Jamás se va a aclarar si ese juristas salteño, que en los ratos libres despuntaba el vicio de la sociología, se retractó del zapallazo o la tevé cambió tanto sin que nadie lo advirtiera.

LAS INSTITUCIONES, COMO DECIA EL GENERAL


Todo empezó, meses más, días menos, en 1984, como ya se repitió antes. En 1986, desde la subsecretaría de Justicia de la administración Alfonsín, un joven abogado rosarino que había estado exiliado montó la infraestructura para que la jurisprudencia argentina, para todo colega no muy zoquete y que tuviera computadora, pagando un cómodo arancel, tuviera acceso remoto a lo que de otro modo le llevaría semanas, meses, horas/hombre y quizá no lo encontrara nunca. Se trata de Rafael Bielsa, y en este sentido, aparte de una tarea pionera e invalorable, nunca debidamente reconocida como se merece, hizo la cosas un poquitín mejor que su hermano menor, El Loco, como DT de la selección argentina.

La otra gran aventura, lamentablemente fallida por la falta de permeabilidad del público y lo batata de un hardware que ya tenía polillas en un mundo en que cada vez lo de hace un rato pasa a la categoría de obsoleto, fue ACAmática, la red nacional que alcanzó a montar con magros resultados el Automóvil Club Argentino desde La Quiaca a la base Marambio, en la Antártida, sobre la estructura de ARPAC, la red especial para transferencia de datos con una casi decena de nodos en el mapa argentino. Corría a 1200 bps, una velocidad de vértigo para 1986, era gratuita para los socios del ACA y si, por ejemplo, un socio no vivía en Bariloche, donde había un nodo, sino en un pueblo de las afueras, por teléfono común se enganchaba al nodo, pagaba la tarifa común de ese tramo y se conectaba con el resto del país pagando los pulsos de llamada local.

La carga del material de TXT estaba dividido en boards (secciones, en este caso) temáticos, tenía 40 columnas (espacios) de ancho, no contaba con silabeador, y era como tratar de leer en un ticket de supermercado. Para colmo, el soft rigurosamente sajón no permitía apertura de preguntas y admiraciones, chau eñes, acentos chau y otros achaques mutiladores para la lengua de Castilla La Vieja. No obstante, como siempre es mejor algo que nada, jamás se la llegó a aprovechar en toda su plenitud y menos que menos como puntapié inicial. Recuerdo una charla con un pope de una cámara gremial del sector, que aparte de tener auto último modelo, casa en La Brava de Punta del Este, ideología ultraliberal y usufructuar la patria licenciataria, como lógicamente ser socio del ACA, en la institución que presidía se comunicaban poco menos que por señales de humo, más bien un contrasentido desde donde se lo mire si uno no toma en cuenta que en casa de herrero, cuchillo de palo, pero por qué no adherirse y tener un board propio en ACAmática sin costo algo, como le ofrecieron, máxime en una etapa de plano desarrollo y difusión.

-Mirá, Amílcar, tenés que ir aprendiendo algo. Lo que es gratis, tarde o temprano, termina siendo para pobres y es comunista. ¿Entendiste? Si nos enganchamos en algún sistema telemático, algo que lo veo verde, tendremos que hacer el esfuerzo de pagar los doscientos cincuenta dólares mensuales de Delphi o nada.

Nada, claro. Y ACAmática ni para pobres ni para comunistas. Se murió de soledad, inanición y abandono, haciendo señas, como el Penado 14. Encima, para rematarla, aunque cueste creerlo, gratuitos, como si fuera poco, dos excelentes BBSs fueron puestos en línea por la Biblioteca del Congreso Nacional, con soft excelente desarrollado por dos ingenieros de sistemas de la planta, y la Biblioteca Nacional.

Sí, creer o reventar: hay veces que hasta los funcionarios se equivocan y hacen las cosas como la gente y para la gente... Ahora, sé igual: tampoco les dan pelota porque no viene santificado de las metrópolis de turno.

GUAU, GUAU, GUAU


Logotipo oficial de FidoNet, creado por su autor con los caracteres ASCII del teclado.

En 1987 Pablo Kleinman conectó el primer nodo Buenos Aires de FidoNet y no tardaron en hormiguear, sobre todo en las principales ciudades del país, los otros nodos para hacer escala. Completaba así, tres años después, el jalón de la primavera de 1984 que iniciara Century 21. Era un trabajo de costureras recibir la mensajería, empaquetarla, como se le decía en la jerga, y despacharla. Para colmo, casi todo el día en el teclado y en los ratos libres meter las manos al bolsillo para solventar la patriada. Cumpliendo otras leyes de la informática, que a todo lo maravilloso lo vuelve rutinario y a lo excepcional nada más que un comando, la aceleración que fue tomando la tecnología, tanto en hard como en soft, empezao a percudir y desfasar cada vez más aquellas verdaderas hazañas pioneras. Cumpliendo el sacrilegio de las comparaciones y violando la santidad bastarda de lo pasional, el país y la humanidad podrían haber prescindido tranquilamente del segundo gol de Maradona a los ingleses y de la mano de Dios que no se perdían más que dos anécdotas futboleras con ciertos ribetes fantásticos y estrambóticos, pero las hormiguitas amateur de FidoNet, en silencio, verdaderamente por deporte en la antigua acepción del término, sin estadios ululantes, adulones pagos y cámaras de tevé, hicieron por la comunicación humana más que todos los mundiales de fútbol. Que el tilinguismo humano lo haya bastardeado hoy para saturar con terabytes de colores tipo narcolook las pantallitas de los celulares es un problema de la inescrupulosidad para chuparle más la sangre a la estupidez humana, no al talento o los valores y fines de los Jennings y los Kleiman.

En general, salvo contadas excepciones, con el apelotonamiento de todos en el más de lo mismo, el saldo cultural del fenómeno de los BBSs argentinos tendría que haber sido mucho más productivo si se toma en cuenta el capital humano desperdiciado y el dinero malgastado. Por iniciativa a poncho de los propios cardiólogos locales, sin ningún apoyo oficial o institucional, en el hospital de Paraná instalaron uno nada más que con la opción abierta para mensajes y chatear con el operador. Al lado, pegado al equipo receptor, lo asistía la base de datos más completas sobre la especialidad. Por ejemplo, si en Purmamarca o la Pampa de Achala un médico rural se encontraba con un caso que lo sobrepasaba no necesitaba más que una Commodore 64, un módem y un teléfono para comunicarse y llenar el formulario tipo que presentaba la primer pantalla. Si era algo más o menos complicado en diez minutos la base de datos contestaba completando otro formulario y el operador, por el chat, empezaba a mandar el presunto diagnóstico, instrucciones y medicación para zanjar la urgencia, hacer tiempo y alcanzar la asistencia hospitalaria necesaria que estuviera más cercana. Todo esto sin Internet a la vista, con alambre y scotch.

La ineptitud y artrosis crónica del Estado dejó ir el tren de la historia en un país con una densidad demográfica de 1 habitante/km2, insular, cuyos espacios desiertos a ser unidos por un nuevo sistema circulatorio estaba a tiro de escopeta de la telemática como la solución justa. Un grupo de maestros chubutenses, otra vez a poncho, con todo el viento en contra y la esmirriada colaboración de periodistas amigos, intentaron poner en marcha TeLar, una sigla obvia para Telemática Argentina y unir a los chicos de todas las latitudes, enseñarles a manejar las máquinas e ir cargando las bases de datos para intercambiar los contenidos. La idea fue linda, pero la historia no se hace con buenas intenciones y mejores sentimientos. Murieron en la inanición y todo el olvido de la indiferencia.

"LOS PINOS DEL MES DE ENERO..."


En un 75%, para no pecar de exagerado, esta explosión telemática argentina, aunque mejor sería decir porteña -telefónicamente el interior quedaba todavía más lejos que nunca y era más desolado que Groenlandia-, fue de chicos que cuando mucho rondaban los 20 años. Para colmo, pálido reflejo de la gran metrópoli global, con un futuro ya más que negro, jugaban a los hackers creyendo que iban a pinchar a la NASA, a la CIA o a los Bomberos de Bernal, mucho más seguro y a mano. Nunca pincharon a nadie, en realidad, y también anticipándose a la que se venía sin computadoras y con otros fierros, dedicaron buena parte del tiempo y la plata de los padres en destruirse entre sí. Como en patéticos y virtuales duelos criollos a distancia, de Lanús a Boulogne, en chat, se reputeaban, desafiaban, amenazaban, creyendo que iban a encontrar el nanosegundo para inocularle el archivito con el troyano o la bomba lógica que destruyera al otro, su par. Algunos lo conseguían, pero como los efectos eran a nivel lógico, la destrucción era sólo de trabajo y esfuerzos. Es decir, todo. Porque las máquinas se reparan; a lo sumo, se compran otras. Para colmo, cumpliendo y el vaticinio de que los incendiarios de hoy serán los bomberos del mañana, cuando les llegó la edad pusieron Empresas de Seguridad Informática, es decir, se hicieron botones, y al servicio de las multinacionales y cuando poderoso les pagara bien.

Hubo un caso muy emblemático en la Boca de un chico flacuchento que del mismo modo que en los ’50, por influencia familiar, vocación o una película mal digerida, se quería ser médico o cura, el en cambio añoraba ser CEO de una gran enterprise multinacional a toda costa, aunque sea con llegada hasta Barracas Sur, previo paso por el reconocimiento universal de genio de la computación, por lo que instaló un BBS de factura propia que desde cierto punto de vista fue el más ingenioso y curioso de todos. Intuitivo este chico, de que bueno ya venía vueno, desarolló de manera hinedita uno modelo kalecita, aunque no lo denominara así. Tenía más o menos medio millar de menús que siempre terminaban remitiendo al mismo punto y ofreciente servicios delivery, aunque aquel entonces todavía no lo hubiera y menos se llamaran así, bibliotecas, programotecas, archivos gráficos, ingresos a bases de datos de Chechenia y Shangai, una vuelta gratis por la isla Martín García, compras en supermercados con descuento y sin cargo el changuito en la puerta de casa. Lo entretenido era que el usuario se podía pasar horas al cuete tratando de hacer algo que no fuera regalarle dinero a ENTel. Pero nada conducía a ninguna parte. Todo llevaba a cualquier parte. A una nueva etiqueta; packaging en estado puro. En realidad, bien mirado, para encontrarle alguna virtud, el primer y único caso de sanata remota.

Un día, en medio de una conversación sobre seguridad informática con los especialistas de Delphi, entre risas salió la anécdota de un pelotaris, hirredento haspirante a hacker, que había conseguido meterse por un recoveco de un edificio viejo de la avenida de Mayo, filtrarse hasta la terraza y de ahi saltar a la de ellos, que daba a Rivadavia, donde estaban las cajas conectoras con el satélite y tratar de pincharles las líneas. Con unos pesos al portero vecino, que lo esperó escondido, encapuchado y armado de un pistolón a cartucho de dos tiros, cargado con granos de sal gruesa en vez de munición, lo sacaron como rata por tirante y no volvió más a intentar a ser un autodidacta del espionaje informático internacional. Pero insistía en el hacking desde la máquina de la casa, a la que le tenían no sólo detectado el teléfono, sino que además de vueno era tan hanalfavestia, tenía un kasteyano tan particular que ni hescriviéndolo mal a propocíto se lo podía himitar. Era hel, de cuerpo precente, que percistia hovstinadamente.

Un delincuente de punta y curioso: en vez de impresiones digitales, como las nueva camadas evisceradas que larga la escuela argentina, él dejaba faltas de hortografía que lo delataban mejor que la peor huella o el ADN.

Además, tratar de detectarlo personalmente en su domicilio era imposible porque la madre siempre informaba que se encontraba en un gira de conferencias sobre el tema. Zona de influencia del precoz genio: Tandil, Azul, Olavaria y alrededores, algo alejado del Sillicon Valley, lo que movía más a misterio.

Una pléyade bastante considerable de borregos lo seguía como a un gurú y cuando llegó la oleada de la WWW puso un server con el mismo nombre del BBS, repitió la metodología porque la compulsión de su megalomanía era mucho más fuerte que las faltas de hortografia y hasta tuvo una más que considerable cantidad de abonados, escándalos, puteadas, borrados y un séquito impetérrito, fiel, de comedores de vidrio que lo deben seguir hasta hoy día. También por este lado uno se explica por qué en la Argentina hay ciertos candidatos políticos que tienen una cantidad de votos inversamente proporcional a su capacidad y honestidad. Porque era tan marmota que llegaba a despertar sentimientos piadosos. Antes de la llegada masiva de Internet, tuvo la tupé de mandar un mailing abominablemente escrito donde anunciaba que a pesar de las tentadoras y múltipes ofertas para irse a Estados Unidos, él amaba tanto a la Argentina que se iba a quedar entre nosotros. Hay que ser franco y aceptar que hubo algunos que le contestamos y le rogamos no sólo que se fuera, sino que no volviera nunca...

LA TECNOLOGIA PASA; LOS CHICOS CRECEN


Aparte de la mensajería, los BBSs cumplieron la muy importante función de distribuir a los cuatro vientos casi todo el soft del llamado shareware (primero, pruebe; después, compre, que en nuestro caso se convirtió en lo probamos siempre, no lo compramos un pomo), algunos archivos de TXT como todo el idioma inglés para ponerlo como control de ortografía en los procesadores respectivos (spellers), los antivirus como el pionero y dichoso McAfee y después el finlandés F-Prot. El acceso a algún capital permitió que hasta cierto punto proliferaran los multiusuarios pagos y que el chateo se convirtiera en un vicio casi obsceno mucho antes que la Internet con videos pregonando paidofilia, violaciones, robos y otras pavadas. Sobre todo hubo uno preferido por la Sección Informática de Clarín, donde se amanecían intercambiando pavadas, tratándose de adivinarse la verdadera identidad atrás de los alias usados como usuario, sobre todo una tal Gatubela, que tecleaba a velocidades siderales porcachonadas de todo calibre que hacían enrojecer hasta las mejillas del monitor y en la vida real era una flaquita rubiona, debilucha, que apenas si se le escuchaba la voz y llegaba a oir que decían KK y se ruborizaba en serio.

Un párrafo aparte merece Axxón, el magazine de ciencia ficción que nació con soporte electrónico, cuyo programa fuente hasta lo quiso comprar la mismísima Microsoft y se agrandaron, creado y desarrollado por el ingeniero electrónico Eduardo Carletti, además autor del género, que marcó época en el soft en castellano, se adelantó un año y medio a la interfaz gráfica de Windows y creó las primeras fonts. Aparte de algunas casas céntricas de computación, que con llevar o comprarles el disquete copiaban gratis el último número mensual, los BBS fueron la real cadena de distribución intercontinental de este hecho cultural único e inédito, a punto tal de contar con ilustradores que eran pintores que sabían programar y diseñaban fractales con luz y movimiento, aparte de tapas originales.

Un día, el autor de este trabajo en el vespertino La Razón ya boqueando, en las últimas paladas del vacimiento sistemático, llega el dato que un chico de diez años no sólo tenía un BBS, algo de por sí digno de atención, sino que el soft también era de su coleto. Conseguido el teléfono, una noche fue chequeado y tenía todo lo elemental y mínimo. Se llamaba Tetelo y tenía los horarios más estrambóticos. Sábados y domingos, de 16 a 18 y de 22 a 7; lunes, miércoles y jueves, de 23 a 7. Los viernes eran un agujero negro. Por la característica el teléfono era de Barrio Norte, se lo llamó por voz, atendió una empleada doméstica, después una mujer que dijo ser la madre y por fin apareció el geniecillo, que le había puesto ese nombre tan simpático al BBS porque era su sobrenombre de infancia, dado que la informática lo había hecho madurar tan temprano.

Con algunos remilgos maternos, otra llamada para confirmar y demás, por fin se aceptó la entrevista. Era en pleno corazón de Villa Freud, apellido de origen judío y la idish mame obviamente psicoanalista, recién separada y como imposible evaluarla como terapeuta en una sola entrevista, tenía ese hijo único y era tan buena moza como enérgica. Se presentaron bien producidos para las fotos, el mocoso era simpático y no la jugaba al geniecito, todavía esa dichosa y envidiable gracia de no separar totalmente el juego de lo intelectual, confesó que había rapiñado algunas rutinas por ahí, algún amigo un poco mayor le había dado una mano, hasta que al final lo puso on line y ahí estaba, objetivamente con el único atractivo de que él tenía 10 años.

La nota salió con bastante despliegue en página impar, sobre todo grande la foto y a los dos días recibo en el interno del diario la dulcemente agria llamada de una idish mame con ganas de soltar todo el instinto atávico y proceder como no lo hubiera hecho ni Yocasta. Como es obvio en los perseguidos mediáticos que ya empezaban a proliferar, yo le había hecho trampa, nunca había dicho que iba a publicar el número de teléfono, ella era una profesional (truchex, dicho sea de paso, porque al teléfono lo pagaba como particular, pero no era el drama) y fue salir el diario y entre todo el puterío psicoanalítico de los colegas, las tías viejas, los de la colectividad, la curiosidad de los infoadictos por ver qué hacía el pendejo, el teléfono no dejaba de sonar, una llamada tras otra como cachetadas de loco, era estar en lo mejor de una transferencia con el paciente explicándole por qué se seguía chupando el dedo grande a los 61 años cuando ¡ring!, ella descolgaba, interrumpiendo el flujo transferencia/contransferencia esencial para los que andan con los chips empastados, y ¡piiii!, el chirrido infamante del carrier, si hubiera sabido, minga de nota, poco menos yo era un depravado que le había alterado la privacidad, la santidad de su profesión y no tenía ningún derecho.

En un primer momento pareció calmarse cuando estaba a punto de entrar a tirar con la metralla gruesa del psiquiatra vienés y discípulos, para colmo yo ya me había olvidado de lo atractiva que era y estaba dispuesto a contestarle con la sólida formación cultural adquirida en los tablones siguiendo las penurias del glorioso Quilmes Atlethic Club, cuando acusó el golpe en la línea baja del macizo razonamiento: como pretender hacerle una nota a una criatura que tiene un sistema on line colgado al teléfono y no poner el número era como ser albañil y hacer casas sin puerta.

No dejó el tonido indignado, ejem, del avasallamiento sufrido y de los inconvenientes padecidos, y todo pasó al olvido. Los periodistas escriben para amplios espacios de vacíos, gustaba decir Borges.Pasado un tiempo bastante considerable, en un rastreo de cualquier cosa que nada que ver, en uno de los megabrowsers, entre pantalla y pantalla, aparece mi nombre a santo de nada, cliqueo y ¿quién aparece? ¡Tetelo en vivo y en directo! Contando con lujo de detalles el impacto periodístico que ya de pendejo había tenido su actividad. Ahora ya era todo un hombre, un profesional hecho y derecho con una currícula de aquellas y se acordaba muy cariñosamente de la nota y del gesto de sobria objetividad del autor al tratar sus primeros pasos.

Por supuesto, estaba instalado en Estados Unidos, como no podía ser de otra manera. Gracias, Tetelo, y muy buena suerte. Saludos a tu vieja, por supuesto...

En lo folclórico, dentro de un rubro que se presta a la solemnidad y donde no hay uno que no se considere un genio incomprendido, la guerra desatada vía BBSs entre técnicos de computación y usuarios también merece por lo menos una mención. Todo empezó con la casi segura inocente puesta en línea de un archivo llamado TADADOS.TXT y ahí se armó la podrida, Como a una vez le dijo al autor de este trabajo un espécimen de los que aprenden a arreglar hardware cobrándole el aprendizaje práctico a la gilada de los usuarios, “ustedes son muy pelotudos, pero no se les puede negar que son creativos.”


La cueva con el arsenal donde se acumulaban, inventaban o lo que sea, ataques cada vez más devastadores para un mogolismo que no ha dejado de crecer pese a los avances tecnológicos, todo lo contrario, era un local de computación al fondo de una galería en Flores donde los ociosos se juntaban, pergeñaban en un equipo los últimos TXTs y los ponían en línea. La cantidad fue tal que se podría haber hecho un volumen del Espasa Calpe. Y tenían miga, mucha miga, aparte de que sin negarles el ingenio, contaban con la ventaja, de que los boludos de la clientela formaban legión, ellos eran pocos y como buenos mafiosos, a pesar de cometer cagadas a rolete, aplicaban la Ley de la Omertá.

Pero al pasar hay algunas anécdotas que valen la pena rescatar como emblemáticas. Arreciaban los virus, esto es, los nenes de papá que como no tenían nada que hacer y crecía y creía la desocupación de punta, se dedicaban al terrorismo informático, y por otro lado el pingüe negocio de las multinacionales con las vacunas, en los que hizo punta el bueno de McAfee. Lo usual era ir con un disquete en blanco o comprar uno en el negocio de estos baluartes de la Hi Tech y la copia de la última versión la hacían gratis porque las cepas de bichitos se multiplicaban cariocinéticamente.

Una tarde, en el dichoso aguantadero de Flores, cae un chitrulo, pide que lo saquen del apuro porque el equibo le rebosaba de virus de todos los tamaños y especies y cuando le dieron el disquete recién copiado, todavía tibiecito, pidió instrucciones para proceder al saneamiento lógico.

-Sencillito –le dijo el que atendía-. Lo ponés en la disquetera, cerrás la palanquita y listo.

-¿Y cuánto tiempo lo dejo?

El nabo se las había dejado picando en la boca del área, el arquero en el suelo.

-Y, no sé –fue la respuesta del sátiro con baba que le caía de las dos comisuras-. Dejalo unos veinte minutos, a fuego lento, sin dejar de revolver con cuchara de madera.

El choque generacional no podía dejar de estar ausente. Un muy largo archivo, que aseguraban que era un dumping de un chat verdadero entre un hijo que creía haber dejado el equipo sin la protección puesta y su señora madre, tenía algunas partes dudosas de espontaneidad y otras, no, para nada.

Como el diálogo que remataba el archivo:

-Che, nene, parala con ese vocabulario. Que después de todo soy tu madre. ¿Creés que soy una boluda?

-No, no lo creo, mami: sos una reverenda boluda.

Otra anécdota, que por prehistórica no ha perdido vigencia, es cuando se produjo el cambio de cajones (gabinetes) para las CPU. Las primeras PC, e incluso algunas XT, venían en unos mamotretos cuadrados, bastante chatos, incluso con cierre a presión para levantarle la tapa igual que a los Fiat 600 R para que no recalentaran. El acelerado proceso de miniaturización a todo nivel hizo que la aparición de las primeras minitower fueran recibidos con alborozo.

Un gil a cuadros cayó a la boca del lobo con uno de los nuevitos 0 Km. y del otro lado del mostrador, aseguran que con buena leche, para halagarlo, nada de canchereadas o gastes baratos, le festejaron el modelo y lo monono del diseño:

-Sí –dijo el zoquete, con una sonrisa complaciente-. El que tenía antes era solamente planta baja.

Algunos testigos, de no mucho fiar, aseguran que estuvo a punto de partírselo en la cabeza.

El último. Otro salame trae su ya AT con gabinete minitower por algún desperfecto, la pone arriba del mostrador y el verdugo que ya vería cómo punguearlo a la hora de pasarle los honorarios, al levantarlo para ponerlo en la pila de los que esperaban y esperarían mucho más.


Para piropearlo, anestesiarlo e irlos lubricando cuando llegara la hora de la correspondiente sodomización, le comentó:

-Che, qué livianito.

¡Para qué! Le accionó la espoleta de toda la boludez retardada:

-¿Viste? –se babeó el candidato a ser una brochet por el contrafrente-. Lo que pasa que para traerlo en el colectivo le vacié el disco rígido.

De este otro lado, opas y todo lo que se quiera, pero siempre currados usuarios, contestábamos también con munición gruesa y hubo momento en que la guerra se puso interesante, ingeniosa y, por sobre todo, divertida. El talento no necesita de la inquina y enseña. Fueron diez años decisivos, plenamente activos y formadores de la incipiente cultura informática argentina.

Y LAS CONDICIONES ESTUVIERON TODAS DADAS



Son incontables y ocioso pasar revista a la cantidad de programas para BBSs que anduvieron circulando. Además, adaptado exactamente como un bonus track, todos los módem de marca, en el soft de telecomunicaciones que los acompañaba, traía uno que aunque miniaturizado hacía las veces de tal. No eran muy seguros a la hora de dejarlos conectados y con la máquina sin vigilancia por cualquier visita indiscreta que, más que terrorista, se tratara muy probablemente de papanatas que se pusieran a hurgar por tener alma de voyeur. El más famoso fue el del BitCom. Y sobre este particular hay una anécdota que nos pinta de cuerpo entero a los argentinos. En ocasión de tener que entregar una nota para una publicación técnica de Atlántida discretamente me deslizaron una línea telefónica que no figuraba en guía y que estaba colgada a dicho programa. Que cuando la tuviera la mandara por módem y me ahorraba el viaje hasta el viejo edificio cerca de la Aduana. Aunque no era un archivo voluminoso, por acto reflejo, lo comprimí con el PKZip y lo mandé. Al otro día me llaman de la revista, desesperados por el cierre, que no había llegado, qué había pasado, etc. Ya me había extrañado al ingresar que no me pidiera que me identificara como usuario, pusiera una clave y esperara la autorización, pero como conocía que el BitCom, como todos, podía configurárselo para que se entrara directamente, el secreto debía estar en el número de teléfono. Pedí que me dieran con el encargado de controlar los sistemas, me pasaron el interno y le dije de mi extrañeza.

-Sí, lo vi –fue la respuesta inmediata, bastante grosera y enojada-. Era un paquete comprimido .ZIP.

-¿Y por qué no se lo pasó a Fulano? –El nombre del secretario de redacción que tenía que recibir el material.

-Mire, yo no sé si usted conoce acá, si es la primera vez que trabaja o qué. Yo tengo cómo descomprimirlo, pero por la mierda que me pagan y tengo que controlar sesenta máquinas, si sabe algo de esto el programa encima es trucho porque la copia pirata la puse yo, así que todo me importa un carajo. Si es por mí, los Vigil se pueden ir todos a la puta que los parió. Si quiere mándelo de vuelta como TXT común o tráigalo a mano. Yo no le voy a hacer el trabajo gratis a nadie, menos a estos cabrones.

Colgó con cierta brusquedad aquel proletario con conciencia revolucionaria gremial a la argentina. Atrás ya había quedado el Proceso con todas las letras, cuando los Vigil(antes) de La hormiguita viajera mandaban visitadores sociales a los que aspiraban a entrar como periodistas, le revisaban el departamento y si encontraban una bombacha, un corpiño o un clip de pelo y no había libreta de casamiento, ateos comunistas no entraban a ese sacro emplazamiento occidental y cristiano. Tampoco cuando al Príncipe Heredero, frecuentador de las noches alegres del Polideportivo de Olivos, lo agarraron con un Mercedes Benz 0 km., blanco como una novia o un traje de primera comunión, ingresado al país a nombre de un obrero paralítico, cosa de no pagar aranceles aduaneros y tuvo que pedir perdón por tevé.

Pero somos un país generoso, como dice un pensador del rubro Espectáculos. Era domingo a la noche, los hijos tienen la mala costumbre de comer todos los días, vestirse para no salir en bolas e ir al colegio, así que a pesar del día y la hora agarré el archivo con el .TXT crudo, le puse el número correspondiente al programa de comunicaciones remotas, ENTER y a mandarlo otra vez. Lo renombré por las dudas y lo envié de nuevo, pero cuando me daba el OK me dejaba en una pantalla con toda una serie de archivos también .TXT, con nombres que sonaban familiares y de entrometido, con el riesgo que una familia y editorial prestigiosa de tamaña envergadura me pescara con las manos en la masa voyereando cosas ajenas y me mandara en cana por andar hurgando, entré a abrir varios: eran las crónicas fresquitas de los partidos que se acaban de jugar por la fecha de primera división de fútbol. La edición completa de El Gráfico que iba a salir esa madrugada, para decirlo de una. Hubiera podido ponerle el cursor arriba de cada uno y darle a la tecla Supr y dejarlos como a Tarzán en la liana. No se puede negar que llega a ser tentador una venganza así, por más que sea ruin, barata, cobarde e impune, pero lo que me dejó más asqueado fue que una de las principales editoriales del país, con una publicación que en aquel entonces era una de las que más vendía, fuera tan miserable, pijotera y ranfañosa, con un acceso más fácil que a un gallinero de Villa Miseria. Ahí estaba la vera historia de las prestigiosas patronales argentinas y el uso de la tecnología de punta para facilitar la producción. Hasta que no les sirviera para dejar contingentes en masa en la calle y a los que quedaban, asustados como conejos, obligarlos a entrenarse en horas extras que no le pagaban y usar el soft sin reconocerles la especialización, no la iban a poner en marcha. Aunque cueste creerlo, por aquellos años, que no hace nada, casi ayer, los enviados especiales al exterior para cualquier publicación pasaban el material por teléfono o fax y el que recibía la llamada lo retipeaba. El uso remoto de la computadora, incluso de una home computer, desde la habitación del hotel y enganchada al televisor como pantalla, era absolutamente desconocido y despreciado. Luego, con este siglo, vendría la tara inversa: costosas notebooks al cuete porque es fashion, símbolo de status, sobre todo para salir en pantalla y reemplazar al viejo papelito que tildaban los locutores.

A la solidez y gama muy completa de aptitudes del PCBoard, muy difícil de configurar y dominar para los operadores y mucho más de piratear no pagando los derechos, la hegemonía casi total del RemoteAccess se vio barrida de una día para otro por la llegada de uno de las monarquías constitucionales europeas que se las traía. Ya los holandeses venían demostrando, sobre todo con el Terminate, un programa preferido de telecomunicaciones, sobre todo por los que siempre jugaban a los hackers, que además encriptaba y desencriptaba automáticamente los mensajes, contaba con una opción de un BBS elemental pero muy potente, pero el belga Philippe Laybaert irrumpió en 1991 con el ProBoard y la aptitud agregada de una opción llamada pexes, que reemplazaba a los doors en el sentido de ser miniprogramas dentro del programa general capaces de gatillarse con solo un comando, pero una alternativa que advirtió la que se venía: había pexes que se podian configurar internamente con el resaltado de palabras y/o comandos que a su vez llamaban a otro pexe que también tenía las mismas aptitudes, etc., etc., etc.

Eso se llama simplemente link, el encadenamiento. Ahí ya estaba el hiperTXT. Ahí ya estaba Internet en miniatura. Se pudo intuir, casi con angustia, la que se venía cuando Tim Bernes-Lee en 1995 soltó en el la World Wide Web (WWW) y el mundo pareció dar una gigantesca vuelta de trompo sobre sí mismo en materia de telecomunicaciones que, como si fuera poco, iban a permitir la multimedia y su casi mágica simultaneidad de TXTs con gráficos y sonidos. Pero esto iba a ser recién a mediados de 1995; había pasado casi una década, entre nosotros, de la patriada de los Corral, Movilevsky y Antonuchi, dos décadas desde la Altair 8800, la primera PC sin pantalla, teclado, ni sistema operativo, cargable a mano para hacer rutinas de lucesitas, y 17 años de la simple y maravillosa genialidad de Ward Chistensen, el físico por educación, programador de lavarropas (main frames) por profesión y electrónico por hobby.

Ya había otra historia. Recomencemos: todo fue por 1984, meses menos, semanas más. Que fue cuando apareció Los nuevos alquimistas, de Dirk Hansen, editado en castellano por el entonces matrimonio Sudamericana-Planeta, con la historia del Sillicon Valley desde la prehistoria del hombre, vaticinando que dos décadas es el período adecuado para medir la magnitud de un fenómeno en el terreno de la microelectrónica y que en ese entonces, 1984, cuando apareció el volumen, ya se estaba en condiciones de vaticinar que se trataba de la víspera de encontrarnos frente al dilema de una utopía electrónica o una pesadilla totalitaria.

Han pasado más años que el plazo estipulado. ¿Para qué lado se está inclinado definitiva e irreversiblemente la balanza?


Santa María del Buen Ayre, mayo del 2006.

20.4.06

PIE DE IMPRENTA

Si la cara lo dice todo, hete aquí al autor, disfrutando del solcito en un café de Boedo.

Esta bitácora es una síntesis de la publicación correspondiente en papel para Informes del Sur Nº 90 (Ediciones BP), que todos los sábados Baires Popular vende en la puerta del Café Margot (Boedo y San Ignacio), llueva o truene.


Santa María del Buen Ayre, Provincias Unidas del Sud, junio del 2006.


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